lunes, septiembre 01, 2008

Cazando famosos que no conocía nadie

El otro día me acerqué a uno de esos estrenos de cine madrileños para ver pasar a mi paisano José Luis Cuerda, que estrenaba “Los girasoles ciegos”. Y después escribí esta tontada que sigue...
Para un estreno en el centro de Madrid se necesitan un cine, unas vallas, unos tipos robustos y unos focos. A veces una alfombra roja, pero eso es secundario. El jueves, por ejemplo, en el estreno de “Los girasoles ciegos”, la última película del director albaceteño José Luis Cuerda, la alfombra roja no llegaba a la calle. Si la había dentro este cronista lo ignora porque carecía de algo necesario para asistir a un estreno: la entrada. Así que este fue un estreno visto desde las vallas, como lo vio la gente de Madrid y algún que otro turista que al calor de los focos se acercaba.

Pero realmente el estreno se hace tanto como para los que consiguen entrar en el cine como para los que se quedan fuera. Los focos no son para iluminar el camino a las estrellas sino para atraer a los curiosos que junto a las vallas se arremolinan. Un estreno necesita masas y las masas necesitan famosos. Se quiere reunir a mucha gente pero a la vez hacerles sentir que molestan. Para eso las vallas, para eso los chicos cachas de riguroso traje negro que vigilan la entrada y apartan diligentes a quien se acerca demasiado. Un estreno de cine es de los pocos eventos que consigue reunir a los adictos al gimnasio con la cultura.

El jueves el estreno de “Los girasoles ciegos” no consiguió atraer a mucha gente, tal vez porque es agosto y la ciudad anda todavía como despistada. Aún así había unos cuantos adolescentes y no tan adolescentes pegados a la valla, teléfonos móviles y cámaras en ristre a la caza del famoso, que es un deporte muy practicado en la capital.

Y comenzaron a pasar los famosos entre las vallas. Llegó un chico guapetón, bien vestido, como de domingo en un pueblo. Las masas se miraban con duda. ¿Es famoso? Hasta que alguien soltó una pregunta que era una contradicción en sí misma.
-¡Eh, tú, ¿eres famoso?
El chico miró triste y siguió su camino. Hay preguntas que no se contestan. Pero por si acaso, nunca se sabe, hubo quien le sacó la foto.

No llegaban Javier Cámara, ni Maribel Verdú, ni José Luis Cuerda, pero la gente se entretenía con famosos que no lo eran tanto porque casi nadie se sabía sus nombres. Pasaron por allí “la de Periodistas”, “el de Aída”, “la de la película esa”. En la misma puerta del cine esas chicas bellas de los programas de televisión que siempre intentan hacer preguntas inteligentes, esperaban a los actores. Y en eso llegó Pepiño. Blanco. Pepiño Blanco. Y la gente se sabía su nombre. Pepiño sonrió, saludó y desapareció tras la puerta y de pronto llegó el jefe de los porteros (es siempre el más cachas) y les habló enérgico a los otros. Se acercaban los protagonistas de la noche y había que despejar aquello. No fue posible ver si llegaron en limousine o en taxi pero allí estaban. Primero Javier Cámara. La gente le gritaba, porque a los famosos, aparte de hacerles fotos, se les grita. Entonces el famoso te mira y se le hace la foto. Todo está relacionado. Después llegó Maribel Verdú y por último un señor rechoncho con barba, ojos algo saltones, pelo largo y blanco.

Los cazafamosos se miraron intrigados.
-¿Y ese quién es?
-¿Es famoso?
-Creo que no, no me suena.
Y bajaron las cámaras. Entre las vallas, hacia el estreno de su última película, caminaba José Luis Cuerda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Albaceteño:

Soy Raúl, amigo de Alberto, amigo de Jaime, convividor de piticli.

El manchego o mejor el del vodka con zumo.

Bueno, ese. Si aún no sabes quién soy pues no sigas leyendo porque total... la vida es corta, no hay que desperdiciarla con "tontás".

Buen blog... de verdad. Aún me queda por leer.

Mi correo es noviciado6@hotmail.com. Ya sabes que me gustaría seguir leyendo cosas tuyas, en especial los cuentos. Para lo que pueda ayudarte ya sabes donde escribirme.

Suerte en tu viaje.

Un placer.