domingo, julio 27, 2014

Segundo día. Encuentros con la Planeta


Llego tarde a la charla de la Premio Planeta  pero aún así consigo que me dejen subir al palco, lo que más que un castigo me parece un premio. La Premio parece campechana y llanota. La verdad es que después de oír al catedrático y poeta hay un contraste. Grande.

Nos dice que la literatura seguirá contando en el futuro lo que somos porque no está sometida a los soportes técnicos. Alguien debería hablarle urgentemente a esta mujer del e-book, de las novelas que ni llegan a saber qué es el papel.

Después habla de que no es lo mismo contar la historia de dos que están hablando sentados en un banco, que de dos sentados en un banco bajo el cual el público sabe que hay una bomba. Tampoco es lo mismo asistir a esta conferencia con la Enemiga presente que sin ella. Está muy presente, en la primera fila y rezo porque no pregunte por los situacionistas. O sí, que pregunte.

La Premio sigue, y se lía. Dice que lo de la bomba bajo el banco es un Macguffin, que no lo es. Y en ese momento veo cómo la Enemiga se levanta con escasa discreción y con mucha pachorra, para que se note que se va, y se va.  Y se nota. Lo del Macguffin no ha parecido gustarle.

Aún así la Premio sigue inasequible al desaliento (pobre “desaliento”, siempre al lado de “inasequible”) y  nos dice que La Metamorfosis de Kafka va de un oficinista que no tiene ganas de ir a trabajar y por eso se transforma en insecto (sic). Sí, el contraste con el poeta es muy grande.

Pero la Premio Planeta lleva 48 ediciones de una de sus novelas, nos dice, y un millón o dos millones (yo a partir de diez mil ejemplares me pierdo) de ejemplares vendidos en Italia. Así que un respeto a las cifras. El poeta y académico vendió 35 ejemplares de su primer libro. Ahora igual hace tiradas de 1.500, nos cuenta. Y contento.

La premio Planeta termina su charla, comienzan las preguntas. Observo al público, compuesto en su mayoría por mujeres, y dentro de ese segmento, señoras de Santander. Son mujeres quienes mueven el mercado editorial de este país, nos dirá el poeta, y nos explicará que esto ya comenzó en Japón, hace mil años. Los hombres se dedicaban a la guerra y ellas al arte. Y ahora sigue siendo algo así, pero la guerra, según él, tiene lugar en los famosos mercados. Y en los campos de fútbol, diría yo, y en las tertulias de la tele.

Salgo del paraninfo. Pongo la oreja para oír lo que dicen las señoras. Que sí, que más o menos les gustó el premio Planeta de la Premio Planeta. Una dice que lo ha intentado tres veces con el de Pombo y no hay manera.
–Chica, cógete otro – le aconsejan. – ¿Será por libros?

Y sí, por libros no es.

jueves, julio 24, 2014

Día dos. Nos sale cara la hora de poeta.





No hay nada que cohesione más a un grupo que un enemigo común. Llámalo jefe, Mouriño o Carlos Fabra, pero unir, une mucho. Nosotros, a partir del día dos, estamos totalmente cohesionados. Yo nunca pensaba que iba a cohesionar con las señoras de Santander, (que han vuelto) o con un cura periodista sevillano nonagenario. Pero así es. El enemigo común ha resultado ser la licenciada en arte, o en algo. Ella pensará que en mucho. No me supone ninguna sorpresa, se le veía venir.

Yo le estoy muy agradecido. Por ella, al llegar a la cafetería, la conversación aflora sola, sin necesidad de tópicos, ni de recordar que en Santander llueve, y la verdad es que llueve. Por ella casi todos hacemos gestos cómplices cuando habla, resoplamos, nos sonreímos y nos sentimos de la tribu, unidos.

 Es cierto que con un enemigo así Spiderman no tendría ni para una secuencia, pero en fin, aquí, en el curso, en Santander, somos lo que somos. Tampoco se le puede pedir mucha audacia a una gente que lleva la acreditación colgando del cuello hasta en el baño y viene de toda España para oír a un poeta.

Las armas de la enemiga son sus preguntas. Bueno, hablemos con propiedad, sus no preguntas. No suele querer saber nada, sino demostrar lo que sabe. Normalmente sabe nombres de corrientes artísticas. Le gusta repetir “situacionistas”, “fenomenología” y así. Memoria tiene.

La enemiga es muy osada. Dicen que la juventud es osada. Dicen que la estupidez también, y que su mezcla es peligrosa. Cuando el poeta termina una parrafada es capaz de pedir el micrófono y felicitarlo porque le ha parecido que su exposición ha sido buena, y que la ha hilado muy bien. Al poeta, que es en sí mismo una hilación de la historia de la literatura. Me temo que cualquier día le da un azucarillo o le pone un sobresaliente. Otras veces deja caer, casi como un reproche, que no ha citado a tal o cual autor. El poeta pregunta:
–¿Y cuál es la pregunta?
Pero no hay pregunta. Y el poeta sigue, o si ella replica se refugia en su sordera, que es buen cobijo el silencio.

Pero antes de eso pasan otras cosas. Llega un vicerrector (a lo largo de la vida siempre llega un vicerrector) a presentarnos el curso, un día después de iniciado. Ya he dicho que aquí las cosas van a su ritmo.

Alguien se queja de lo pequeño de la sala. Estamos en el comedor de las infantas, pero no de las infantas de ahora, que están desinfantadas, sino de otras.
–Es una sala muy bonita – nos dice el vicerrector, que parece ser un esteta que antepone la belleza al confort.
– Además, sois pocos. El año pasado había más y los mandamos con Juan Manuel de Prada al Faro de la Cerda – nos recuerda, no sé si como una amenaza, y a mí me lo parece y no querría pasar cinco días con de Prada en el faro de una cerda. Ni uno, vamos. Tampoco con la enemiga.

Hoy no sólo llegan tarde los vicerrectores, también los alumnos. Aparece una que se detiene en el umbral porque no hay silla para ella.
–Llega tarde – dice el poeta.
–Sí – reconoce la alumna.
–¿Ayer estaba?
–Sí.
–¿Y sentada? – pregunta el poeta mirando por encima de las gafas hacia la sala, que está repleta de alumnos y falta de sillas, que se han llevado a algún sitio.

Y cuando digo que el poeta mira por encima de las gafas puedo decir dos pares de gafas, porque a veces usa esa acumulación de lentes sobre su rostro “por cuestiones que no viene al caso explicar. “

Descansamos. En la cafetería hay un buen número de militares con uniformes verdes o blancos. Parece que hacen un curso sobre seguridad. Me entran unas ganas inmensas de pedirle unas croquetas a los militares de blanco pero me las contengo. Además, me dan pena, seguro que deben viajar con muchas mudas del trajecito, porque eso se te mancha en nada. El verde es más sufrido, ya se sabe.

Volvemos a clase. El poeta dice que se sabe la Divina Comedia de memoria. La cuestión es que me lo creo. También cuenta que en Italia se ha encontrado con taxistas que se saben fragmentos enteros, y que una vez regresó de Turín con uno que se la sabía también y fueron todo el viaje recitando.
–En España – dice– eso no me pasa.
Y también lo creo. El día que algo así me pase en Madrid el Apocalipsis estará llegando.

Termina la mañana. En el pasillo veo que La Enemiga  está muy enfadada porque el poeta dijo ayer que no había curso por las tardes. Como buena enemiga tiene sus acólitos. Pocos pero fieles. Un chico encogidito y al que probablemente le gusta la enemiga y la quiere imitar pero le sale mal porque sus preguntas sí suelen ser preguntas, pero de poco vuelo, y un señor que nunca sonríe y una señora gallega que después se verá que también es poeta y mucho.

Parece que dicen que el poeta ha cobrado por horas y no les cuadran las cuentas y entonces les sale la hora de poeta muy cara. Y eso que la enemiga está becada, pero da igual, creo que esta mujer podría auditar un soneto. Quieren hablar con el rector. Hoy parece que viene Wert y no lo encuentran. Tengo por seguro que después el rector les hará un hueco. O varios.

Alguien dice que por la tarde, en las actividades, vendrá a dar una charla una premio Planeta. ¿Cómo no ir a ver qué dice la PremioPlaneta?

martes, julio 01, 2014

Día uno. Héraclito nunca estuvo en Santander.


Santander es una ciudad de señoras. Tras algunas, es cierto, caminan sus señores, y si llegan a alcanzarlas igual se les permite ir del codito junto a ellas. Ellos son más torpones y lentos y se manchan de lamparones la pechera de los jerseys de pico y por eso ellas les obligan a que los lleven sobre los hombros, con las mangas cruzadas al cuello, y entonces los señores se manchan las mangas del jersey y a ver ahora quién salta eso.
Las señoras, al mediodía, bajan en sus ascensores a la ciudad y toman la playa o la misa de doce, y por la tarde toman las terrazas del paseo Pereda y en fin, Santander es una ciudad tomada por las señoras.

Hoy dos señoras vinieron al comienzo del curso del poeta. Vienen todos los años, les gustan mucho los cursos. Una ha viajado por ochenta países y otra tiene un hermano poeta que escribe versos aunque, todo hay que decirlo, no los ha publicado. O igual la misma señora  tiene mundo y poeta y la otra nada salvo un moreno envidiable para finales de junio.

A las señoras no ha debido interesarles mucho el poeta porque tras el descanso han desaparecido. Al poeta tampoco parece interesarle mucho el poeta, o nosotros o el curso, porque ha terminado antes de tiempo y ha eliminado la sesión de la tarde y por eso aquí estoy yo, en el paseo Pereda, escribiendo estas cosas.

El poeta tiene ya una edad, una sordera, un sillón en la academia, un prestigio, y no está para tonterías. Tiene también sentido del humor pero no sé si es consciente de ello y podemos llamar a lo suyo sentido del humor. ¿Necesita el humor de la consciencia?

El poeta, hace meses, puso como condición para dar su curso que hubiera micrófonos para él y para que los alumnos preguntaran. Aunque estamos al norte todavía es esto España y esta mañana, claro, no había micrófonos. Una hora después llegaron los micrófonos y comenzamos.

Pensaba yo que el poeta era friolero (hay quien dice haberlo visto en verano por las Ramblas con guantes, sombrero y bufanda) pero señala unas bombillas de bajo consumo en el techo y pregunta si no sería mejor apagarlas por si dan calor.

El poeta coincide con Maiakovski en algunas de sus citas sobre cómo escribir poemas, pero no, recuerda, en la relación del ruso con Stalin.

Al final parece ser que el contenido es la forma, así, por ir resumiendo.

Antes del descanso se hacen algunas preguntas. Hay algún iluso por ahí que aún piensa que las preguntas en estos cursos son para enterarte de algo. Pero no, en los cursos, en las conferencias, se suele preguntar para enterarnos de quién es el preguntador, qué ha hecho, qué méritos luce. Así me entero de que tenemos un periodista sacerdote muy jubilado que defiende a capa y espada la tilde en “sólo” (no sé si ese sólo lleva tilde – ni tampoco este último). También tenemos una licenciada en historia del arte que conoce muchos teóricos y además hay mucha más gente con diversos saberes y méritos varios. Pero al poeta, buen conocedor de los significados primigenios de las palabras, no parecen gustarle estas preguntas que no son preguntas y pronto comienza.
–Sí, pero, ¿cuál es la pregunta?
Y el falso preguntador se aturulla y el poeta parece no oír lo que le dice o tal vez simula no oírlo y continúa con sus explicaciones.

A veces le hacen preguntas de verdad, pero también puede rechazarlas si no tienen que ver con “lo que nos trae aquí”. Yo no sé bien qué me ha traído hasta aquí pero sí que me entretengo y que no creo, visto lo visto, que me atreva a hacerle ninguna pregunta.

Volvemos tras el descanso. El poeta pregunta si falta alguien. Le señalo las dos sillas que han dejado vacías las señoras de Santander.

–Tienen el derecho pero no la obligación – dice. Y comienza.

Hablamos… habla, de que “la persona” que se manifiesta cuando se hace arte suele estar por encima de la persona real y cotidiana. Pone por ejemplo a García Márquez, al que llegó a tratar, y que como persona parece ser que no estaba a la altura del García Márquez autor de su obra, cosa comprensible, digo yo.

También nos cuenta que llegar a saber quienes somos es una función moral del arte. “Yo sé quien soy”, decía el Quijote. Yo, por mi parte, aunque no visto como tal, creo ser un señor de Albacete pero no siempre estoy seguro, lo que puede ser consustancial a ser un señor de Albacete. En cualquier caso nunca uso la palabra “consustancial” en mis conversaciones con otros señores de Albacete.

Termina sus explicaciones y vuelve a admitir preguntas. Alguien le hace una sobre los situacionistas  y dice que no puede contestar porque no los ha estudiado en profundidad. Ha estudiado a Spinoza, a Schopenhauer, a Heráclito.

–Pero nadie me pregunta nunca por Heráclito – dice casi melancólico.

El poeta finaliza la jornada, media hora antes de lo previsto. Mañana a las 9,30. Alguien le pregunta si le parece muy temprano, que si le viene mejor a otra hora.
– A mí me da igual – contesta – Yo desayuno  a las ocho y cuarto. Ustedes no sé a qué hora, ni siquiera sé si desayunan – nos dice.

Después me voy al paseo Pereda y escribo esto. Siguen pasando señoras pero no son ya las mismas que pasaron ayer, porque el paseo ya es otro y las señoras también. O igual sí son las mismas sólo que un poco más despeinadas, porque hace viento. Heráclito nunca vino a Santander.

Continuará


jueves, abril 17, 2014

A veces hablo con robots


A veces, navegando, se me abren ventanas. (Esta frase no la abría comprendido nadie hace quince años). 

Normalmente son ventanas que me ofrecen comprar cosas que no me hacen falta  y sobre todo, limpiar mi mac, lo que sí es necesario. La insistencia de las ventanas en esto último me mosquea un poco,  parece que todo internet supiera que mi mac está sucio.  

Pero a veces son ventanas de supuestos chats donde se ve la foto de mujeres sensuales que, por supuesto, quieren hablar conmigo. Uno tiene una educación y si le dirigen la palabra, responde, aunque el otro comience la conversación cual Julio Iglesias desbocado: 

Reyna_C. (23:0): hey hey hey :)
Reyna_C. (23:4): Odio a los tios que se enamoran facilmente... a veces solo quiero alguien para follar
Reyna_C. (23:4): asi q por eso stoy aqui, buscando a mi media naranja... jejeje, es una broma, kiero satisfacer mis necesidades :) interesado? :)
Reyna_C. (23:5): ¿hay alguien ahí?...
Reyna_C. (23:5): Dime algo cariño

You  (23:5): no sé si eres un robot o un señor de Cuenca

Reyna_C. (23:5): Dime cosas sucias, stoy lista para ti :*

You  (23:6): sí, creo que eres un robot

Reyna_C. (23:6): kieres kedar conmigo en , eso me haria tan feliz... stas cerca???

You  (23:6): cosas sucias…. camiseta después de correr diez kilómetros, la cocina cuando hago pasta…

You  (23:6): son cosas muy sucias

Reyna_C. (23:6): de verdad?!?! eso es el destino seguro :O

You  (23:6): no, es la dejadez…

Reyna_C. (23:7): stas libre hoy o mañana? me encantaria emborracharme contigo me gustaria conocerte... te necesito un monton :(

You  (23:7): hoy, teniendo en cuenta que quedan 57 minutos para q termine el día, mal…

Reyna_C. (23:7): ok, nos apañaremos ;)

You  (23:8): estoy en Albacete, no termino de ver cómo…

Reyna_C. (23:8): te voy a dar mi direccion, solo agregame primero y te mandare un privy... pq ste chat es publico :/

Reyna_C. (23:8): no tienes perfil??? es gratis, solo inscribete y buscame. ok?:)

You  (23:8): un privy, la primera vez que lo oigo, me estoy quedando anticuado…

Reyna_C. (23:8): quiza no sea bueno invitar a extraños pero... solo se vive una vez :D solo kiero sentir tu cuerpo junto al mio...

You  (23:9): pues con esta subida de temperaturas creo que no es lo más aconsejable

Reyna_C. (23:9): mierda, el chat se acaba, eso es pq no te tengo en contactos... solo agregame, te spero :))))))

Y de pronto se calló y entonces se hizo  el silencio de los robots.

pd: en capítulos anteriores, hablando con timadores

miércoles, abril 16, 2014

El pollo es la manera que tiene el huevo de hacer otro huevo

En un artículo de Rosa Montero leo esto: 

“El pollo es simplemente la manera que tiene el huevo de hacer otro huevo”.

Y me parece estar leyendo un brillante cuento breve. Es de un tal Samuel Butler un escritor británico al que no conocía. Y busco algo más de él y me encuentro unos cuantos aforismos, algunos muy buenos. 

Este, con el que estoy totalmente de acuerdo: 

Life is one long process of getting tired.

Y este, que deberían hacerles leer a todos los tertulianos televisivos españoles. 

It is not he who gains the exact point in dispute who scores most in controversy - but he who has shown the better temper.