Me han escrito unos señoros. Yo no los conocía
pero ellos a mí sí, o me quieren desde el desconocimiento, porque me llaman “querido”
nada más comenzar su carta.
Es cierto que es más fácil quererme sin
conocerme y que de conocerme igual ya no me querían. Aparte de querido me
llaman compatriota. Querido compatriota. Me habían llamado antes cosas, pero
querido compatriota, así, junto, nunca. Ni siquiera querido camarada. Ya nadie
escribe “querido”, ni mis tíos en sus cartas, porque ya no hay cartas y apenas tíos.
Los señoros que me han escrito juegan fuerte.
Ya en la primera línea me dicen que “si lees esta carta es porque amas a tu
Nación”. Dudo si continuar porque si ya con la primera línea amo a mi nación no
sé qué puedo terminar amando cuando llegue a la última frase.
La carta me hace ver que yo últimamente no
estaba muy bien informado. Gracias a ella descubro que “España atraviesa uno de
los momentos más críticos de su historia”, cuando yo siempre creí que España sólo
sabía vivir en un eterno momento crítico. Por lo visto “el separatismo y la
izquierda marxista quiere acabar con la unidad de nuestro país”. Los señoros de
la carta escriben “país” con minúscula, pero “Nación” con mayúscula. Sorprendentemente
“Estado” con mayúscula y “Autonomía” también. No termino de captar el manejo de
las mayúsculas en esta gente, pero hay muchas cosas en ellos que no comprendo.
Me cuentan en la carta que hay un golpe de
estado en marcha, pero un golpe de estado como muy español, porque acabo de
ver que la carta me la enviaron para la elecciones de abril y la abro
ahora, creyendo que ya había llegado la propaganda electoral para noviembre. Es
pues un golpe de estado pachorro, muy español, un golpe de estado working progress.
Pero no es esa la única amenaza que nos
acecha. Por lo visto “las élites globalistas”, entre gin tonic y tostada de aguacate,
alientan cosas. Cosas globalistas. “Alientan la inmigración ilegal”. Por si
fuera poco parece ser que mientras tanto el “feminismo supremacista” va por
ahí, desatado, “atentando contra la igualdad”. Unos alientan, otros atentan,
los enemigos de España están muy ocupados. Y aún hay más: también se está
atacando al mundo rural. No dicen quién, supongo que una unión letal de elites
globalistas, feministas supremacistas y marxistas, que cuando no alientan cosas
se dedican al exterminio del campo. Y yo, que soy de pueblo, aún no me había
percatado de esta destrucción, pero igual es que cuando voy por allí salgo poco
y cuando salgo las cervezas son muy baratas.
Llego
a la mitad de la carta y me dicen: “si sigues leyendo esta carta es porque
crees en la España Viva”. Por ahora he aceptado amar a mi patria, pero me
detengo, si continúo habré de creer en esa España viva que no sé en qué
consiste, y eso ya me pasó con el Espíritu Santo y acabó mal. Pero me arriesgo
y sigo y salto a otro párrafo, amando a mi Nación y creyendo en la España Viva. Me gustan
las cosas vivas, menos los chipirones, que los prefiero plancha y las Españas
siempre vivas, por favor. Y entonces, en una línea contundente, me explican
cuál es la España viva: la que madruga. Acabáramos. Hago una bola con la carta y la tiro a
la papelera. Prefiero de lejos la elite globalista marxista feminista radical
antirural, que de seguro se despierta cuando le viene en gana, antes que a un
mamandurrio a caballo o a una monacal estreñida que pretenden que madrugue.
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