miércoles, enero 16, 2008

Encuentros con un notario III

La verdad es que no le di propina al notario, aunque me hubiera gustado. Tras despedirnos me fui a “secretaría” y pregunté lo de cuánto se debe. Fue algo así como “234,32 €”. ¿Por qué esa cifra y no otra? No lo sé. Quiero creer que al fondo del pasillo el notario tiene contratado un poeta surrealista, si un poeta así es contratable, y el poeta le va escribiendo facturas como le podría escribir endecasílabos.

Y desde ese día pasé a formar parte de una modesta productora, Ronroneo Films, que ya ha perpetrado algún que otro corto y esperemos perpetre alguno más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Casualmente, en mi última visita a Bilbao me enteré de que uno de mis amigos de la infancia "se había metido a notario". Algo raro me imaginé cuando, en una de esas fiestas madrileñas en que disfrutas holgazanenado cuando el resto se gana el pan, me lo crucé saliendo a trabajar a las 9:30 trajeado hastalastrancas.

No se si tendrá bodegones, cuadros de caza y olor a rancio en su consulta de notario; tampoco creo yo que tenga mucha credibilidad: paradójicamente, era bastante mentirosillo. Y con respecto a lo de "dar fé", pese haber estudiado juntos en un colegio de curas, era bastante irreverente el cabronazo de él.

Quizás dista tanto de tu estereotipo de notario porque pertenece a otra generación. O quizás son todos un poco farsa.
Igual debería haber un notario de notarios: aunque eso nos podría hacer entrar en un bucle peligroso...