jueves, diciembre 04, 2008

La mujer que paseaba con los pájaros


Algunas mañanas me levanto antes que mi sueño y salgo a correr por el Retiro. Fue en una de esas mañanas cuando me la encontré, acompañada por un perro que tal vez fue casi blanco hace años. A ella le faltaban pocos para ser casi vieja. El perro ya lo era.

Al pasar a su lado vi que en un gesto furtivo tiraba arena al suelo. Seguí corriendo, en el Retiro uno ve cosas como estas y otras cosas:
-Veo a acordeonistas del Este que por las mañanas, cuando el sol comienza a calentar, tocan “Stranger in the night”.
-Veo africanos que hacen como que no venden hachís y a policías que hacen como si no lo supieran.
-Veo piragüistas en el centro de Madrid.
-Veo a una chica que pasea a un gato atado y a un chaval que boxea contra el aire.
-Veo a un tipo que tal vez hace tai-chi o tal vez está loco.
-Veo a otro que con unos prismáticos acecha a las parejas. Veo a las parejas entre los setos.
Cosas como estas veo.

Esa mañana vi a una señora que tiraba arena al suelo y seguí corriendo. Recordé a Tim Robbins en “Cadena Perpetua”, cuando iba tirando al patio de la prisión la arena del túnel que cavaba a escondidas, como se suelen cavar los túneles en las prisiones, tú bien lo sabes.

Di una vuelta más por el Retiro y me paré a estirar. Cuando estiras te apoyas en un árbol y parece como si quisieras derribarlo. Sí, puede quedar ridículo un tipo en mallas empujando árboles. También son ridículos esos botecitos que das cuando camino del parque te detiene un semáforo. Pero tienes que dejar claro que eres un corredor parado, no alguien que anda en mallas por la vida. Correr de adulto siempre tiene un algo humorístico.

Y mientras estiraba la vi de nuevo. No, no era arena lo que llevaba en sus bolsillos porque cada vez que arrojaba el contenido de su puño una bandada de gorriones y unas cuantas palomas caían voraces sobre el suelo, como una manta cae tras sacudirla. Una manta en movimiento que la seguía por todo el parque, una manta de plumas tras ella, la mujer que paseaba con los pájaros. Dejé de estirar y observé embobado el espectáculo. Ella, su perro y los pájaros. Al perro lo ataba la cadena, a los pájaros el hambre. Se alejaron y miré el cronómetro. Tenía que regresar al piso y ducharme si no quería llegar tarde al trabajo. Y bajé hacia la cuesta de Moyano dejando atrás el parque que olía a hierba fresca y a mañana. Y entonces me sentí de pronto un poco pájaro, un pájaro que corría tras su alpiste diario.

miércoles, noviembre 19, 2008

De curso. Día 2

Hoy segundo día de encuentros con la joven narrativa española. Pablo García Casado. Algunas frases: “el poema es una obra de selección y óptica”. “La ausencia de retórica ya es una retórica”. “A Nabokov no le quites una coma.” “Los adjetivos son como esos exámenes tipo test: los que no suman restan”.

Una maestra infantil le contaba que a los niños de dos años sólo les interesa lo que está a un metro y medio a su alrededor. Como a algunos poetas, contaba. Según Juan Bonilla la poesía es el arte del yo-yo. Por eso García Casado crea voces, algo parecido a heterónimos, para contar el mundo sin contar su vida.

Un buen poema que leímos esta tarde, cómo hablar de amor y detergente en los mismos versos


DIXÁN

por qué se secará tan lenta la ropa por qué persisten
las manchas de grasa de fruta y de tus labios
si dixán borra las manchas de una vez por todas

por qué la aspereza de las prendas la sequedad de su tacto
si pienso en tus manos en tu modo de mirarme de decirme
que por culpa del amor habrá que lavar las sábanas de nuevo

preguntas tristes tristes como todos los anuncios de detergente
y es que no encuentro mejor suavizante que tus manos
en esos bares supermercados desnudos de la noche

martes, noviembre 18, 2008

De curso. Día 1

A veces hago cursos. En mi trayectoria ha habido de todo. Unos zapatos de claqué recuerdan el más curioso y fugaz pero suelen ser cursos de literatura. Alguno de guión en el pasado. Mi profesora más honesta fue Lola Salvador, que en un curso de guión nos dijo que menos cursos y más escribir. Todavía no le he hecho caso.

Ahora asisto a una especie de encuentros con la nueva narrativa española. A mí me gusta encontrarme con las nuevas narrativas. Hoy nos encontramos con un escritor que escribe tan bien como frío y ha traducido a uno de los escritores que más me han gustado en los últimos años. No pude evitar preguntarle si lo había conocido. No.

También descubrí que hay gente que va a estos cursos de nueva narrativa sin saber quién es, por ejemplo, Belén Gopegui. Se supone que había una selección previa pero eso no quiere decir que hubiera unos criterios de selección.

Este escritor tiene unos dogmas que cumple a rajatabla: narración lineal, no escribir metáforas, siempre en presente. Yo no tengo dogmas. Tengo que hacerme con unos antes de que termine la semana.

Esta tarde me he enterado, por ejemplo, de que a este escritor una revista le rechazó un cuento sobre un obispo practicando sexo anal con una langosta (olvidé preguntar quien ponía el ano).

Continuará, mañana sigo encontrándome con la nueva narrativa.

jueves, noviembre 13, 2008

Otoño


Llega el otoño y vamos buscando el sol por los rincones del frío mientras nos escondemos entre abrigos y cafeterías. En una del que es ahora mi barrio, Lavapies, las abuelas recuerdan el pasado, que es su forma de alimentar el presente. El bar es humo, café con leche, olor a fritanga, el chino de la tragaperras y soy yo también el bar esta mañana.

Recuerda una abuela que a su madre, en cuanto nació, la apuntaron a la “mutua el ocaso” para que tuviera un entierro barato. Y que cada mes o cada tanto se pasaban a cobrar la cuota de ese bebé cuya muerte no sería un gran gasto. Pero ahora, con la crisis, dicen las ancianas que morirse es caro y salen cifras a la mesa. Por fin una señala que con esos precios ella va a dejar lo de morirse para otro año.

Y mientras me pongo algo lírico leo en el periódico que hay un señor que se llama Trinitario y se dedica a las acciones y los dineros. Y al oír estos nombres me resulta inevitable pensar en momentos como este:

-La señora de Trinitario: ¿Trini, te has tomado la viagra? Que esta noche me apetece.

viernes, octubre 03, 2008

He escrito un poema

Hace muchos años que no escribo un poema, para alegría del arte poético, si ese arte puede experimentar alegrías. Uno de los últimos fue en el instituto, para un concurso escolar. Por aquella época apenas leía poesía, pero en este país no leer no le ha impedido nunca a nadie ponerse a escribir, y no escuchar no es óbice (qué palabra) para no parar de hablar. De hecho ayuda.

Convocaron en el instituto uno de esos concursos de prosa y verso, primer premio 5.000 pesetas. Cinco mil pesetas era más de lo que se ganaba en un día de vendimia, porque por entonces el dinero se medía en días de vendimia y el amor en cuánto tiempo compartías asientos en el autobús que nos llevaba al instituto.

Y perpetré un poema en el que imaginaba que la madre de alguien se había muerto y ese alguien quería parar el mundo, el tiempo. Auden había hecho algo parecido, pero bien hecho, aunque yo por entonces no sabía quién era Auden y ahora tampoco lo tengo muy claro.

Con mi Olivetti lettera y mucho tipex escribí mi poema y me fui a la conserjería del instituto a fotocopiarlo. Allí reinaba Arcas, el conserje, con su chaqueta con galones de comandante en fotocopias. Él no estaba en el jurado, que yo supiera, pero cuando le di mi poema y le pedí tres copias comenzó a leerlo. Y yo, error, me quedé a escucharlo.
Mi poema principiaba así:

“¡Para mundo tu curso
para ya tu transcurrir…”

Y “para” era del verbo parar… Un imperativo… Pero Arcas leía mis “para” como adverbios. El poema era malo, pero leído por Arcas era peor… He escrito cosas vergonzantes y algunas se han emitido, pero creo que nunca experimentaré más vergüenza que la que sentí oyendo a Arcas destrozar mi poema ya roto. Arcas no entendía el poema y yo no entendía a Arcas. Intenté explicárselo, (el poema) pero el cuerpo de conserjes y los adverbios por entonces no se llevaban bien. Con buen criterio no me premiaron y no volví a escribir poesía en muchos años.

Pero el otro día estaba trabajando con un ordenador con windows y como trabajar no trabajaba mucho saltó el salvapantallas. Lo que veía se llamaba “danza de los círculos misteriosos”. Me puse a ver todos los salvapantallas de windows y a leer sus nombres. Estaba claro que había un cachondo tras ellos. Y también un poema. Lo he escrito, aquí está. Es malo, pero uno se debe a su trayectoria. Lo he llamado: “Bill, Gates, ¿por qué nos haces esto?

“Bill, Gates, ¿por qué nos haces esto?


¿Qué fue de la esfera brillante
qué de la danza de los círculos misteriosos?
¿Dónde están mis pantuflas con las que observaba
la perspectiva de estrella nevada
de tus dientes de león?

Y cuando estoy en el baño
Sentado sobre la espiral profunda
Pensando, leyendo, y entonces termino y provoco
la turbulencia en verde
y llega la calma relativa
pero no, mejor darle un poco
al spray onírico
que igual viene visita
por el túnel del tiempo
de la caleidovisión
o en metro, nunca se sabe no,
con las visitas los domingos.

Y entonces llega la expiración arácnida
(que se ha muerto el octópodo, vamos)
Y la intermitencia tenue (nuestra relación)
Que habita en la nación electrostática (la casa de tu madre, querida)
Que va del fuego tenue (esos ducados ya no se los fuma nadie)
A tu filo ocular… (qué manera de mirar, ¿es para tanto?….)

Y entonces te enfadas y el torbellino sepia en que te sumerges
Me lleva a la llama, a la fuente, al spyro que termina en punta
Y en ameba y en loto, si es que algo puede terminar así.
Y damos la vuelta al mundo
Por las carreteras de neón
Y yo me pregunto, ¿terminarás ya de mirar escaparates?

Y sí, creo que tendría que dejar los porros,
Pero me puede más
la vida en fresa, la nebulosa química,
La Turbulencia en verde (llámala maría)
De las cosas, de las equis, de las barras
Del ritmo de la ondulación musical.
Batidora de arcoiris
Equis.
Equis
Equis

Matriz de gemas que no son sino
Tus lágrimas, cristales de hielo,

¡Ay, Microsoft, Microsoft!
Bill, dime, ¿tú por qué nos haces esto?

jueves, octubre 02, 2008

días en los que sólo pasa casi nada

Ayer el señor mendigo que pide junto a la taquilla del cine del Círculo me dijo que me había tocado irme de delantero centro al Eibar. Era así. A mí me pareció buen destino, no sé qué pensarán los directivos del Eibar. A él también le había tocado jugar, pero en otro equipo vasco cuyo nombre no recuerdo. Es una pena, no jugaremos juntos. Hoy, bajando por San Bernardo, vi que en un restaurante chino tienen un plato que se llama “Hormiga sube a la montaña”. O baja. No recuerdo ya... Hay días en los que no pasa mucho más y aún así no están mal.

viernes, septiembre 19, 2008

Perdiendo barcos en Grecia





Llevo ya casi una semana por Grecia, país del que hasta ahora me sabía sus columnas, dórica, jónica y corintia y algún que otro dato similar.

Llegué a Atenas en metro. Debo parecer un poco griego con las gafas de sol porque ya allí me preguntaron algo en ese idioma. El problema es que he aprendido a decir con muy buen acento “no entiendo griego” (Den millao helenika), por lo que tras decirlo siguen sin creerme. Entonces digo el “dont understand” de toda la vida.

Atenas es húmeda y cálida, como de dos camisetas al día y está repleta de coches, motos y grandes perros que se aposentan en lugares en los que no les dejarían aposentarse en cualquier otro lugar del mundo. Puedes ver perros en lo que viene a ser la calle Preciados de Atenas, tumbados a la puerta de un Zara. Hasta el que es algo así como el Palace de Atenas tiene su perrazo en la puerta, este sí, con collar y todo. Sólo para las olimpiadas del 2004 los recogieron unos días, los lavaron, esterilizaron y los soltaron de nuevo.

Muchos de los motoristas no llevan casco, no sé si porque no es obligatorio o porque la policía pasa. Y otros lo llevan, pero no sobre la cabeza sino encima del depósito y así conducen, lo que tiene su mérito.

He estado en varios museos y he comprobado que todas aquellas obras que nos mostraban en historia del arte existen de verdad. También que cuando llevas más de una hora viendo “cosas bellas” comienzas a no ver ningunas. (esto que sirva de consuelo para quien busca novi@ muy guap@ y no lo encuentra). En las notas del museo de algunas estatuas, a los jóvenes amantes de los tiranos les llaman “los favoritos” y a las prostitutas “hetairas”. Todo queda mucho más fino.

Mi primera noche en Atenas terminé cenando en una calle que me recordó a esas de Huertas donde les ponen paellas a los turistas a las seis de la tarde y en las que siempre pienso qué coño hacen ahí comiendo eso a esas horas y pagando semejantes precios. Tal vez lo mismo que pensaría un griego al verme con mi musaka cenando a las ocho y media.

Atenas tiene una plaza que se llama Sintagma, en la que está el Parlamento. Nunca pensé que una plaza se podría llamar así pero seguro que ellos saben lo que se hacen. Y frente al parlamento hay un monumento al soldado desconocido. (¿Para cuándo un monumento al funcionario ausente?) Junto al monumento hacen guardia dos soldados con un traje pintoresco de origen albanés. Según mi guía los guardias visten “fustanela”, una falda corta plisada, y calzan unos zuecos con bordones llamados tsaruchia. Lo del traje fue idea de un rey que se llamaba Otón. Otón I. No hubo más otones y a Otón primero lo echaron, no sé si por el traje, la fustanela o los pompones.En cualquier caso a mí todo lo de Otón me suena a un señor más pendiente de comprarse la última revista Burda o la Elle que de llevar las riendas de Grecia.

Junto a los dos soldados con falda plisada y pompones había un tercer soldado, este vestido de camuflaje, que por cierto, entre el hormigón no camufla nada. Su misión era que los turistas no se propasaran con los soldados con pompones, ya que estos deben permanecer totalmente quietos durante una hora, hasta que les toca cambio de guardia. Lo de la quietud parece muy importante para la patria. Y conseguir que los soldados se muevan debe ser muy importante para algunos turistas, lo que teniendo en cuenta que los soldados llevan sendos rifles me parece muy imprudente. Pondré fotos de esto último. En Madrid tenemos ahora también un cambio de guardia los miércoles, para alegría de turistas y patriotas.

Tras dos días en Atenas me fui a coger un barco hacia Paros, una de las islas cicladas. Hasta ahora había perdido trenes, autobuses y casi perdido aviones pero nunca un barco. Perder un barco es más doloroso porque aunque llegues cinco minutos tarde puedes verlo alejarse, lentamente, sabiendo que no va a volver a por ti y que tú debías estar ahí y debías salir antes de tu hostal y debías hacer tantas cosas que no haces...


En la isla, aparte de leer, escribir algo y perrear como hace tiempo no perreaba (entendiendo por perreo el perreo manchego, no el reguetoniano) voy a un curso de yoga que da una chica holandesa. Los alumnos son variopintos, digamos, y muy majos. Una periodista norteamericana de origen irlandés, una irlandesa también de origen irlandés, una periodista holandesa, dos holandesas más que nunca se vienen a cenar y de las que el otro día dijeron “they are togheter” y ayer comprendí qué querían decir, una señora holandesa que trabaja en un banco y sabe griego, francés e inglés, y siempre lleva los calcetines totalmente a juego con las camisetas, una señora inglesa que hace treinta años se fue a un kibuz a Israel, se hizo judía y allí sigue, Richard, un escritor de libros médicos inglés, una chica griega y yo, que soy de Albacete. Pese a lo que pensaba antes de llegar aquí, no me he encontrado con integristas del yoga. Vamos, que les gusta el vino, y todas las noches regresamos a nuestras habitaciones medio tocados. No entiendo parte de lo que le dicen y contesto que sí a casi todo y sonrío, por lo que voy descubriendo que me he metido en todo tipo de planes sin haberlo sabido.

El domingo salgo para Santorini. Continuaré informando. O no, depende.

lunes, septiembre 01, 2008

Cazando famosos que no conocía nadie

El otro día me acerqué a uno de esos estrenos de cine madrileños para ver pasar a mi paisano José Luis Cuerda, que estrenaba “Los girasoles ciegos”. Y después escribí esta tontada que sigue...
Para un estreno en el centro de Madrid se necesitan un cine, unas vallas, unos tipos robustos y unos focos. A veces una alfombra roja, pero eso es secundario. El jueves, por ejemplo, en el estreno de “Los girasoles ciegos”, la última película del director albaceteño José Luis Cuerda, la alfombra roja no llegaba a la calle. Si la había dentro este cronista lo ignora porque carecía de algo necesario para asistir a un estreno: la entrada. Así que este fue un estreno visto desde las vallas, como lo vio la gente de Madrid y algún que otro turista que al calor de los focos se acercaba.

Pero realmente el estreno se hace tanto como para los que consiguen entrar en el cine como para los que se quedan fuera. Los focos no son para iluminar el camino a las estrellas sino para atraer a los curiosos que junto a las vallas se arremolinan. Un estreno necesita masas y las masas necesitan famosos. Se quiere reunir a mucha gente pero a la vez hacerles sentir que molestan. Para eso las vallas, para eso los chicos cachas de riguroso traje negro que vigilan la entrada y apartan diligentes a quien se acerca demasiado. Un estreno de cine es de los pocos eventos que consigue reunir a los adictos al gimnasio con la cultura.

El jueves el estreno de “Los girasoles ciegos” no consiguió atraer a mucha gente, tal vez porque es agosto y la ciudad anda todavía como despistada. Aún así había unos cuantos adolescentes y no tan adolescentes pegados a la valla, teléfonos móviles y cámaras en ristre a la caza del famoso, que es un deporte muy practicado en la capital.

Y comenzaron a pasar los famosos entre las vallas. Llegó un chico guapetón, bien vestido, como de domingo en un pueblo. Las masas se miraban con duda. ¿Es famoso? Hasta que alguien soltó una pregunta que era una contradicción en sí misma.
-¡Eh, tú, ¿eres famoso?
El chico miró triste y siguió su camino. Hay preguntas que no se contestan. Pero por si acaso, nunca se sabe, hubo quien le sacó la foto.

No llegaban Javier Cámara, ni Maribel Verdú, ni José Luis Cuerda, pero la gente se entretenía con famosos que no lo eran tanto porque casi nadie se sabía sus nombres. Pasaron por allí “la de Periodistas”, “el de Aída”, “la de la película esa”. En la misma puerta del cine esas chicas bellas de los programas de televisión que siempre intentan hacer preguntas inteligentes, esperaban a los actores. Y en eso llegó Pepiño. Blanco. Pepiño Blanco. Y la gente se sabía su nombre. Pepiño sonrió, saludó y desapareció tras la puerta y de pronto llegó el jefe de los porteros (es siempre el más cachas) y les habló enérgico a los otros. Se acercaban los protagonistas de la noche y había que despejar aquello. No fue posible ver si llegaron en limousine o en taxi pero allí estaban. Primero Javier Cámara. La gente le gritaba, porque a los famosos, aparte de hacerles fotos, se les grita. Entonces el famoso te mira y se le hace la foto. Todo está relacionado. Después llegó Maribel Verdú y por último un señor rechoncho con barba, ojos algo saltones, pelo largo y blanco.

Los cazafamosos se miraron intrigados.
-¿Y ese quién es?
-¿Es famoso?
-Creo que no, no me suena.
Y bajaron las cámaras. Entre las vallas, hacia el estreno de su última película, caminaba José Luis Cuerda.

lunes, agosto 04, 2008

Un artículo veraniego

Hace un año, en las páginas extras de verano de “el País” escribieron varios humoristas. Casi ninguno conseguía nada parecido a una sonrisa, salvo Javier Cansado. En este artículo, que recuerda a Millás cuando se pone a jugar con las palabras, te salen más de una y de dos sonrisas. Ahí va para mis dos o tres lectores, por aquello de compartir lo bueno y porque estoy vago como para escribir yo algo.


APERTURA DE ARCHIVOS SECRETOS

La reciente apertura de los archivos secretos de la Real Academia Española nos ha deparado una serie de sorpresas inimaginables. Una serie de documentos contenidos en estos archivos echa por tierra partes de la gramática que actualmente damos por correcta. Nos enteramos por estas fuentes de que en realidad sólo se deben acentuar las palabras agudas acabadas en vocal y que aquello de acentuar las acabadas en consonante, "n" o "s", es simplemente ¡una broma! Una broma que se les fue de las manos a un grupo de académicos. Trataban de tomar el pelo a un nuevo académico, sillón "s" minúscula, y aquí estamos todos acentuando sillón y camión... que se ve claramente que no hace falta acentuar (alguien daría crédito a cámion o camíon). Algo también muy curioso es que expresiones tan utilizadas como "un soplo de aire fresco" o "un camino ya transitado" en realidad se deberían decir "un soplo ya transitado" y "un camino de aire fresco".


Aunque lo más llamativo de estos nuevos datos es que una serie de palabras usadas habitualmente no existen. ¡No existen!

Por ejemplo, sorprende que "epistemológico" no exista. Una palabra con tantísima enjundia, no en vano empezó a utilizarse en ámbitos académicos y que, desde luego, cumple todos los requisitos para que así sea: esdrújula, polisílaba y aromas griegos. Epistemológico empezó con la ilusión de dar mayor empaque a una tesis académica en la Facultad de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, saltó seguidamente a la charla habitual de ciertos profesores universitarios y, por fin y sin solución de continuidad (expresión que, contra todo pronóstico, sí existe), a un uso abusivo y fuera de contexto. Por tanto, debemos olvidarnos de frases como: "Aquí epistemológicamente no se puede fumar", "las películas de Almodóvar adolecen de epistemología" o "Terelu en El show de Flo resultaba epistemológica".

¿Y "taxonomización"? Pues no, tampoco existe. Se tiene constancia de que la primera vez que comenzó a utilizarse, erróneamente insisto, fue en el claustro de Filología Inglesa de la Universidad Pompeu y Fabra de Barcelona. Andaban clasificando los autores preshakespearianos (palabra en estudio) y uno dijo: "¿Y si en vez de clasificar, taxonomizamos?". La palabra hizo fortuna y de ahí a su uso y abuso cotidiano hay un paso. Debemos por tanto desechar expresiones como: "Pásame la sal taxonomizada, por favor", "Ésta es la mejor taxonomía del Real Madrid de fútbol" o "Terelu en El show de Flo utilizaba una cierta taxonomización".

¡Qué poco ha durado "inextricable"! Esta palabra empezó con mal pie. Su comienzo resultó forzado. Pasaron casi tres meses desde su primera aparición pública, en la Escuela Superior de Ingenieros de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid en marzo de 1981, hasta la siguiente utilización en el suplemento de Ciencia de este diario. Tres meses son muchos meses. Y aunque casi cumple la tríada, sólo le falta la esdrujulariedad, ya que es polisílaba y vagamente griega, cualquiera con dos dedos o más de frente enseguida intuye que inextricable realmente es una tapadera. Una palabra que en el centro lleva una "xtr" canta un montón. Es decir, sólo busca la confusión, entretener al lector o interlocutor y hacerle perder un tiempo precioso. Preparémonos por tanto para obviar frases del tipo de "estos macarrones están inextricables" o "me asombra la inextricabilidad del cine español" o "Terelu en El show de Flo se mostraba inextricable".

Destaca, por su superchería, paradigmático. Paradigmático viene siendo muy utilizada durante los cursos de verano y sólo es superada en cantidad por hermenéutica, palabra que objetivamente merecería no existir, pero asumámoslo: existe. Lo paradójico de paradigmático es que recientemente ha sido considerada una de las tres palabras más verdaderas del idioma castellano (las otras, nube y asunto). Así que digamos adiós a construcciones como: "Ése es el típico pase de un extremo paradigmático" o "Si ya está frío, alcánzame el paradigma" o "Terelu en El show de Flo se portó paradigmática". También han descubierto gran cantidad de palabras sin existencia plena, hablaríamos de entre el 40% y 80% de realidad y el resto invención. Una de ellas es tributario, pero es que es tan bonita.

jueves, junio 12, 2008

Los noruegos, el anticiclón y las molinetas


Dice el periódico que nos pasa lo que nos pasa con el tiempo porque nuestro anticiclón lo tienen los noruegos. Se han quedado también los noruegos nuestras conversaciones sobre lo que aprieta el calor y se sienten extraños diciendo “treinta grados”, como un etíope se sentiría diciendo bacanal si hablara esto que se llama castellano.

Ahora los noruegos se llevan nuestro anticiclón, como en otros tiempos ellos nos acusaron de entrar en sus aguas territoriales para llevarnos su bacalao.

Pero, ¿pueden ser las aguas territoriales eso, territoriales? Si se busca una excusa para darse de hostias sí, al igual que un país puede tener espacio aéreo. Sólo hay que trazar una línea recta hacia arriba desde la frontera y te sale un espacio aéreo. Es bien sencillo. Pero, ¿no se descubrió en el siglo XX que el espacio es curvo? Entonces, ¿se puede dibujar una línea recta en un espacio curvo? Por lo tanto, ¿cada cuanto se afeitaba Einstein el bigote? Y lo que es más importante, ¿por qué me hice tan pronto de letras?

Hay gente que dice que el que un país pueda tener “aguas territoriales” roza el absurdo, olvidando que el concepto “país” tampoco es que sea algo muy normal. Un país al fin y al cabo no es más que una serie de personas que se junta para poder llamarle “nacionales” a ciertas carreteras. Es la teoría del obispo en minifalda: si montas a un obispo con minifalda, ligueros y tacones de aguja encima de un avestruz la gente sólo se fijara en el obispo, olvidando que está subido en un avestruz. (Bueno, sí, ya, vale, igual también se fijan en el avestruz, y sí, lo reconozco, debe ser muy difícil convencer a un obispo para que se ponga minifalda, y ya lo de los ligueros casi imposible, al menos en tiempo de cuaresma).

Pero ahora en este país pensamos que no sólo las aguas del mar son territoriales, sino también las de los ríos, y los ríos mismos. Y pese a todo los ríos, que entre otras cosas son muy previos los insistentes, digamos, insisten pues en ser previos a las autonomías.

Y yo, mientras escribo esto, sé que algún día escribiré una novela breve titulada “de quién son los anticiclones” aunque los anticiclones no son de nadie y son libres como el viento, aunque con anticiclón es fácil que haya ausencia de viento. Tú piensa en ello.

En mi pueblo también hay fronteras pero las llamamos lindes. Si en las ciudades los hermanos riñen porque veinte años atrás a uno lo llevaron a un psicólogo conductista y al otro a psicoanalistas o por quién paga la residencia de la madre, en mi pueblo, a partir de cierta edad, los hermanos se pelean por los lindes. Hablemos con propiedad: las lindes.

Antes por las lindes de tierras productivas y fértiles. Pero ahora, con la llegada de los parques eólicos, los motivos de pelea han aumentado porque hay más tierras en disputa. Lomas secas en las que no habitaban ni las liebres más frugales se han convertido en terrenos codiciables porque las han sembrado de molinetas. Y que te pongan una molineta en tu loma es como que un señor con eso llamado posibles te ponga un piso en Arturo Soria. Pero la molineta te la pone Endesa, que sabes que no te abandonará por otra que tenga la piel de las piernas más tersa y su longitud más larga.

En mi familia apenas tenemos tierras y mucho menos molinetas y deberemos buscar motivos diferentes para las guerras fraternales. En ello estamos. Mientras tanto otros escudriñan catastros para averiguar de quién es la molineta, y como los catastros son como los poemas, interpretables, muchos terminan por llegar a las manos, una forma de hermenéutica como cualquier otra.

Pero hay quien se lo toma con más calma. Un día vi como a quince personas de fiesta. En los pueblos cuando ves a un grupo te preguntas porqué están juntos. Sí, tenemos mucho tiempo libre. Siempre hay un motivo: son pandilla, son palomeros, juegan juntos al fútbol sala, son los de las bicis de montaña, los moteros, los belenistas o los de las cofradías de semana santa… Pero a aquellos no les encontraba el nexo de unión. Surgían las dudas: ¿dónde iban esos así, sin nexo de unión por la calle? ¿Es “nexo de unión” una redundancia?

-Son primos – dijo alguien. Es que les pusieron una molineta en un cerro pero como no saben bien de quién es y de quien no cada año se juntan y se gastan el dinero en una cena. Y qué cena.

Y así es como las hidroeléctricas deshacen y unen a las familias albaceteñas. Mientras, el anticiclón, ¿decidirá abandonar Noruega?

Y vosotros aquí leyendo mientras la primavera se alarga, y cuanto más lo hace más se acrecienta la promesa del verano y ya sabes que tras las grandes promesas vienen las grandes decepciones y tal vez este verano, otra vez, no nos traiga nada, como nada nos trajeron esas mujeres que prometían volver y luego ni siquiera nos devolvieron el cd de Lionel Richie. Y lo que te venía diciendo, say you, say me, say it for always. ¿Cuánto hace que no te bailas una lenta?

pd: en la foto molinetas de mi pueblo. Cuánto odio tras la belleza. Le pasa lo mismo a la Obregón, dicen.

miércoles, junio 11, 2008

Cuentos chinos

Dos historias chinescas robadas del anecdotario del señor Hueso.

Hace unos años, en una de las tiendas de chinos del barrio el señor Hueso compraba.
-Unos yogures.
-Sí, ¿y qué más?
-Cocacola.
-¿Y qué más?
- Y pan.
-¿Y qué más?
-Nada más.

Entró entonces uno de los tronados que por el barrio pululan. Había más gente pero el tronado llevaba prisa y se situó ante el mostrador.

-¡Están al caer los jinetes del Apocalipsis! –dijo.
El chino, imperturbable, le respondió:
-Sí, ¿y qué más?

La otra historia de chinos es más reciente. Dos abuelillas salían de una tienda del barrio regentada desde hace años por un chino, que tiene un hijo ya de unos años.

-Pues el crío yo lo veo igual.
-Bueno, ha crecido.
-Sí, pero mira que lleva años y nada, los mismos ojos y la misma piel. No ha cogido nada de España.
-Ya… Eso será porque los padres son chinos...

martes, junio 10, 2008

Madrileando


Es jueves, por ejemplo, y salgo de la piscina de la Latina con esa sensación que deja el agua de que todo es más ligero y más blando. También con el hambre que trae el agua. Llego a Casa Rodríguez, una de esas casas de comidas en las que el camarero aún lleva un viejo traje con un corte que no estuvo nunca de moda. Si la palabra “casero” no estuviera tan devaluada, al igual que la palabra “devaluado” podría decirse que este es un bar que sirve comida casera. Lo decimos entonces. Casi todos los clientes parecen conocerse, y alguno se asoma a la cocina para saludar a la cocinera, que probablemente será la mujer del camarero. El camarero tiene una mirada triste, pero no dramática, como la de los que no han conocido la felicidad y entonces todo duele menos. Esto último puede ser una chorrada pero nunca se sabe.

En el bar las conversaciones se entrecruzan entre las mesas y un hombre, tras el postre, dormita en su silla. Su mujer mira la tele en silencio y no le dice nada. Los clientes que se marchan te dicen “que aproveche” al pasar junto a tu mesa y sientes que estás en un lugar distinto. Pero no caeré el elogio de los las costumbres de antaño.

Se come bien en Casa Rodríguez. Tal vez fuera Martínez. Comida casera. Regreso a la calle y subo hacia la Plaza Mayor. El sol está fuerte, y apetece el primer café con hielo del año, tal vez para reafirmarme en la idea de que ya está aquí el verano (aún no sé que me iré al pueblo y veré llover durante seis días seguidos) . Unos músicos rumanos se acercan para tocar pero el dueño de una heladería, frente a la terraza de la plazuela donde estoy sentado, los increpa con acento argentino. Parece enfadado y aunque él no tiene terraza no quiere que los rumanos toquen. Los rumanos pasan de largo pero aún así el heladero los sigue. Tras él va, como un guardaespaldas, un amigo cachas. El amigo cachas anda con los brazos cruzados sobre el pecho, tal vez por mostrar mejor los bíceps. Pruébalo ante el espejo. Parecen más grandes. O igual los cruza para que comprendas que le causas tan poca inquietud que se permite no estar en alerta. El argentino sigue su discusión con los rumanos que continúan calle arriba y se le ve cada vez más furioso, como esos perrillos que se envalentonan ante la marcha tranquila e indiferente de un perro más grande. Me gustaría saber porqué le molestan tanto.

Se van los rumanos y llega a la placeta un tipo con chaqueta y sombrero que de pronto se coloca una nariz roja de payaso, elige a un transeúnte, se sitúa a sus espaldas y lo sigue imitándolo. El transeúnte nota su presencia, se gira y se encuentra a un tipo con nariz roja de goma pegado a él. Sustos, sonrisas. Desde las mesas observamos divertidos, seguros por ahora de estar libres de la burla.

Una chica guapa con mapa de la ciudad se sienta en una de esas sillas públicas en las que sólo cabe una persona. Una chica guapa cambia la composición del plano. Todo el paisaje se reordena porque ahora ella es el centro, una aventura en sí misma que se marchará en el tren de la mañana. Unos metros más abajo, un vagabundo se levanta del suelo e intenta imitar al mimo-payaso. Poco éxito en la empresa.

Llega un grupo de británicos a la plazuela. Uno de ellos va vestido de lo que algún fabricante chino piensa que es un traje de torero. Los amigos visten normal. Tras unas risas con el mimo, que imita a un toro ante la capa del torero, ole y estas cosas, los británicos se sientan y el novio, porque es una despedida de soltero, se sienta también y como sus amigos se toma una cerveza, olvidando por un momento que es jueves, más o menos las tres y que está vestido de algo parecido a un torero a dos mil kilómetros de su casa. Y esa vuelta a la normalidad pese al disfraz, esa vuelta a hablar del tiempo en España, de los precios, de esos asuntos que se trillan en los viajes, me recuerda a la Navidad, allí cerca, en la Plaza Mayor.

Porque es en Navidad cuando a la Plaza Mayor acuden familias enteras y las familias, con esa disciplina invisible que ellas gastan, se pertrechan de pelucas chillonas y antenas marcianas. Y se ríen las familias, las parejas de novios, pero tras las risas iniciales pronto olvidan las familias que caminan por la ciudad un martes por ejemplo de diciembre, con pelucas gigantes de colores. Y de sus rostros se van borrando las primeras sonrisas, que sólo resurgen cuando alguien los mira sorprendido pero ya son muchas familias disfrazadas y cada vez hay menos sorpresa y más tristeza con peluca. Y entonces las familias sacan el bonobús y regresan a sus barrios con la sensación no confesable de que al final no fue tan divertido como pensaban. Y entonces uno dice: “bueno, ya tenemos peluca para noche vieja” y ese pensamiento los consuela.

Y regreso al mimo payaso que sigue persiguiendo a quien pasa por la plazoleta. Y desde las mesas lo miramos sin saber a qué viene aquello. La desconfianza cuando no vemos donde está el beneficio. Tiene que haberlo para darle a aquello un sentido. Así de triste es como poco a poco, terminamos pensando. ¿Una cámara oculta? ¿Estará loco? El vagabundo tiene arrebatos en los que se levanta e intenta imitar al mimo-payaso pero se cansa pronto y se vuelva a sentar en el suelo, apoyado en el pedestal de una estatua de alguien que seguro está muerto, como termina por pasarle a todas las estatuas. Y recuerdo una escena triste. Plaza Urquinaona, Barcelona. Otro borracho, que tal vez había visto cómo caían monedas ante los hombres estatua de las Ramblas, intenta ser estatua. Pero está borracho y se mueve continuamente, y nadie echa nada en el trozo de cartón que ha colocado a sus pies y sopla el viento y se lleva el cartón y el hombre que quiso ser estatua termina por caerse y por fin consigue quedarse quieto.

Y en la plazuela el británico se acerca a la chica guapa de la silla y el mapa. Dejo de hacer como que leo y miro. Sus amigos también miran. Quiere que le firme la capa. La chica sonríe, firma. El mimo sigue persiguiendo viandantes. Qué palabra tan bonita. No me había dado cuenta. Viandantes. Ya sólo queda el hielo del primer café con hielo de una primavera que pese a mis deseos aún no es verano He quedado a las cuatro y media en un polígono industrial al que llegaré tarde. No quiero subir camino de la Plaza Mayor para no ser imitado por el mimo payaso. Pero ya no hay que temer: veo que se quita el sombrero y comienza a pasarlo por las mesas. Si, ahí está el beneficio. El mundo parece más comprensible. Ójala se hubiese ido así, sin más, el mimo payaso y yo aún siguiera preguntándome.

Compruebo una vez más lo fácil que es perderse en un polígono.

La noche. Al final no viene nadie al concierto de Clovis, Tachenko y Facto delafé. Decido ir sólo aunque sé que habrá momentos en los que sentiré eso que se siente al ir solo al cine un domingo por la tarde. Ya sabes de qué te hablo.

Tachenko es un grupo que tiene un puñado de buenas canciones pop y un cantante con bigote. También tienen un bajista que olvida que toca en un grupo pop y de pronto pone esas posturitas de “guitar-heroe” que quedan un poco raras cuando cantas cosas como

Con las entradas pediréis invitación, no quedan sitios para hacer competición. Que puedo perder mi dinero ya lo sé. Otro lenguaje que tendremos que aprender.

Sidonie tiene un problema similar con su bajista. Yo antes pensaba que era el batería el más sonado de los grupos. Llega el momento de Facto delafé. Suenan las bases del primer tema y la gente comienza a comienza a cantar.

lunes, junio 09, 2008

emborronando

Tras la propuesta de la amiga Aliaga de postear todos los días de esta semana (bueno, mejor sólo cinco), comienzo, aunque ando vago. Hoy salgo del paso con unos textos sobre el acto este de escribir. Por un lado Ferrater Mora:

Hace años escribí un ensayo titulado: “de la contención literaria”. Sentaba en él la tesis de que lo sano no es simplemente “contenerse”, sino hacerlo sólo cuando se tengan muchas cosas que decir. La contención, argüía, es excelente cuando hay “de qué”. ¿Cómo vamos a poner un cercado a nuestra propiedad si ésta, como se dijo del Derecho romano, comienza por no existir? ... Un escritor no se hace sentándose de vez en cuando ante una mesa para llenar unas cuartillas por ventura definitivas, sino emborronando cuartillas sin cesar para destilar, al final, unas pocas.

La verdad es que últimamente no destilo mucho. Menos mal que más adelante comenta Ferrater.

Sigo hablando, por descontado, del autor de artículos , de ensayos, de libros en prosa con “ideas”, y especialmente con ideas filosóficas. El poeta, el dramaturgo o el novelista son casos aparte, sobre los que no me atrevo a pronunciarme.


Y esto cuenta Natalie Goldberg en su libro “El gozo de escribir”, editado por La Liebre de Marzo.

La mía es la escuela de la escritura como práctica. Como en el caso del correr, más se practica y mejor sale. A veces no nos apetece correr y cada paso de los cinco kilómetros nos cuesta un enorme esfuerzo, pero lo hacemos igualmente. Ese ejercicio es algo que se hace de todos modos, tengamos ganas o no. No podemos esperar a que nos llegue la inspiración, que, de improviso, nos entren unas enormes ganas de correr.

Pues a correr un rato.

miércoles, junio 04, 2008

la encuesta

ISMAEL
Aquel día, cuando sonó el teléfono, no debí cogerlo. “Número desconocido” se leía en la pantalla, cuando todo el mundo sabe que “número desconocido” no es un número, son dos palabras. Empezábamos mal. Además, yo conozco todos los números. Son diez. El imperio romano no cayó por la llegada de los bárbaros. Los bárbaros eran los romanos, que no conocían el cero. Yo estoy muy familiarizado con el cero.

Oímos el ruido de un teléfono sonando.

ISMAEL
El teléfono sonaba. Pero no sabía si cogerlo. Uno de mis muchos problemas es que oigo voces. Sobre todo cuando suena el teléfono y lo cojo. Sí, entonces oigo voces. Y esa vez me iba a volver a pasar.

ENTREVISTADORA
Buenos días. ¿Ismael la Torre?

ISMAEL
Allí estaba la voz. Hay gente que dice que es mejor no hacer caso a las voces pero a mí se me dio una educación, aunque nunca la cogí. También dicen que es mala señal oír voces dentro de la cabeza. Parece ser que la gente sana las oye fuera de su cabeza. ¿Fuera dónde? ¿Están las voces en la despensa y ellos en la cocina? ¿Dónde tiene esa gente el fuero interno? ¿En el balcón? No sé. Hay cosas que se escapan a mi intelecto, como que la gente oiga cosas fuera de su cabeza, como que llamen sabio a Luis Aragonés.

ENTREVISTADORA
Perdone, ¿es usted Ismael La Torre?

ISMAEL

Sí, soy yo.

ENTREVISTADORA
Buenos días.

ISMAEL
Buenos días.

ENTREVISTADORA
Le llamaba para hacerle una encuesta sobre su nivel de satisfacción con nuestra compañía telefónica, Unicom.

ISMAEL

¿La suya?

ENTREVISTADORA
Que es la suya

ISMAEL
(sorprendido) ¿La mía?

ENTREVISTADORA
La de usted.

ISMAEL

¿Seguro?

ENTREVISTADORA
¿Es usted Ismael la Torre?

ISMAEL

Sí.

ENTREVISTADORA
¿Y está contento con su compañía telefónica?

ISMAEL

¿La de usted?

ENTREVISTADORA
(suspira, algo nerviosa ya) Eh... sí, sí, la mía.

ISMAEL
Estoy muy contento. Rabiosamente contento. ¿Cómo dice que se llamaba la compañía?

ENTREVISTADORA
Unicom. Ismael, del uno al diez, ¿cómo valoraría nuestro servicio de información?

ISMAEL

¡¿Y el cero?! ¿No tienen cero?

ENTREVISTADORA
No, no tenemos.

ISMAEL

¿No sabe que el imperio romano cayó por no tener ceros? Inventaron los acueductos y las orgías, y las vías romanas, pero no el cero.

ENTREVISTADORA
(desconcertada) No, no lo sabía.

ISMAEL

Pues deberían tener ceros.

ENTREVISTADORA
¿Pero nos va a valorar con un cero?

ISMAEL

Me gustaría ponerles un cero por no tener ceros, pero claro, al no tener ceros, no puedo. ¿Lo comprende? Yo no.

Se oye un ruido de llaves y puerta abriéndose.

ISMAEL

Pasó entonces mi mujer, que venía del podólogo. Va todos los días aunque siempre se queda en la puerta, porque hace años que el podólogo murió.

ESPOSA
Hola cariño. ¿Qué haces?

ISMAEL

Aquí estoy, hablando con una compañía muy importante. Quieren que los valore pero no tienen ceros. Ni un cero. Ni medio.

ESPOSA
¿Te has tomado las pastillas?

ISMAEL

Aún no.

ESPOSA
Pues tómatelas, que estás fatal.

ISMAEL

Y se fue hacia dentro con la compra. Mi mujer piensa que yo estoy loco, y yo, por no disgustarla, le doy la razón, como se les da a los locos, porque yo, en mi fuero interno, que lo tengo dentro, pienso que ella está loca. Las parejas funcionan mucho mejor si los dos piensan que el otro está loco. Se aguantan más cosas, a los cuñados, o las conversaciones largas con gatos, los diálogos con la pantalla del televisor.

ENTREVISTADORA
¿Qué dice del televisor, señor?

ISMAEL

Ah, perdone, ¿estaba pensando en voz alta?

ENTREVISTADORA
Sí, todo el tiempo. ¿Podemos continuar?

ISMAEL

Sí, claro. ¿Continuamos sin ceros?

ENTREVISTADORA
Sin ceros

ISMAEL

Continuemos.

ENTREVISTADORA
Del nueve al uno, ¿cómo valora usted nuestro servicio de reparación?

ESPOSA
¡Ismael, por favor, tómate las pastillas y deja de hacerle caso a las voces!

ISMAEL

¡Ya voy! Señorita, la voy a tener que dejar.

ENTREVISTADORA
¿Por qué? ¿Por que le he molestado?

ISMAEL

No. Simplemente porque la oigo.

ENTREVISTADORA
¿Por eso?

ISMAEL

Sí. No es bueno oír voces. Y menos hacerles caso.

ESPOSA

¡Las pastillas!

ISMAEL

Adiós… ¡Voy, voy!

Se oye el sonido de alguien que cuelga el teléfono.

martes, mayo 20, 2008

poniendo la oreja

Hoy, en un banco de la plaza de Lavapies, un hombre ya mayor, cartón de Don Simón en mano, decía que en la próxima vida quería ser televisor. Y tras un trago añadía.
-Con su mueble y todo.

Unos metros más allá dos mujeres con un perro charlaban.
-Mi perro es que ya está mayor.
-Sí, se le ve.
-Es que en sus años viene a tener los que tu madre.
-Mi madre también está mayor.
-Se la ve también, se la ve.

martes, abril 22, 2008

La religión y el humor

Sávater y Eduardo Mendoza en un diálogo de hace un mes en Babelía, hablan un poco de la religión y el humor.

- Eduardo Mendoza. En estos tiempos, la religión es el último reducto del humor. Nada me ha divertido más que las encíclicas papales.

Fernando Savater: Pero el humor lo pones tú, no el Papa.

E. M. Siempre ha sido así. El libro de humor de la Edad Media es La Leyenda Áurea, que dice que en el momento en que nació el niño Jesús sonaron unas trompetas, se abrió el cielo, los ángeles cantaron y se murieron todos los maricones del mundo. No tiene desperdicio.

F. S. ¡Para celebrarlo! Dirían: vamos a empezar de cero. Nosotros, porque le vemos la parte humorística, pero... Ciorán decía que todas las religiones eran cruzadas contra el sentido del humor. Recuerdo haber visto en televisión a no sé qué obispo revestido con un mantón diciendo: "Nosotros defendemos la naturaleza y lo normal". Pues como paradigma de normalidad él era la cosa más pintoresca del mundo.

E. M. Últimamente he ido un par de veces a Jerusalén. La primera vez fui al Santo Sepulcro. La segunda estaba con mi hijo y quise llevarlo. Le dije: "Esto tienes que verlo, no sea que algún día caigas en la tentación de creer en algo". ¿Tú has estado?

F. S. No.

E. M. No te lo pierdas. Es un espectáculo. En toda la Vía Dolorosa venden casetes con las canciones que cantaba san Pedro. Luego hay cinco o seis iglesias o sectas que se han repartido aquello y están todos a matar entre ellos. Una tiene la columna de la flagelación, otra, los clavos de Cristo. Los de la iglesia maronita te dicen que no vayas con los otros porque aquello no vale nada. Los otros te dicen: venga, venga. Y luego están los verdaderos amos, los ortodoxos griegos, que tienen el sepulcro. Aunque en el piso de arriba están los coptos abisinios que tienen salida a la azotea y tienden allí la ropa. Claro que en El Cairo te enseñan la casa en la que vivió la Sagrada Familia. Y eso que entonces El Cairo no existía.

F. S. ¿Pero por qué la gente cree esas cosas? Si tú le pides a alguien que te dé la cartera porque se la vas a guardar mientras va al baño no te la da. ¿Por qué se cree eso?


Y hace nada leí que unos clérigos armenios y otros griegos se habían liado a palos en Jerusalem. Tras leer lo que comentaba Mendoza se veía venir.

viernes, marzo 14, 2008

Baricco y el cine

Hace unos días publicaron en Babelia un artículo del novelista italiano Alexandro Baricco en el que resumía su primera experiencia como director de cine. Es un texto divertido, al menos si perteneces al gremio audiovisual. Contaba cosas como esta:


"Dado que los guionistas ganan menos, se divierten menos y son menos famosos que los directores, se vengan escribiendo secuencias en las que aparecen animales. Algunos, los más malos, escriben escenas con animales y niños. No es muy frecuente pero algunas personas perturbadas llegan a escribir escenas en las que animales y niños están en medio de la nieve, o bajo un diluvio, o en una tempestad de viento. En esos casos, el guionista, por prudencia, no asiste al lugar de rodaje. En otros casos sí va pero nadie le mira. Entonces él se va a su casa a escribir una escena en la que siete niños persiguen a un pavo bajo una tempestad de nieve en la playa de Sabaudia. De noche."


El resto del artículo aquí.

martes, febrero 12, 2008

Cómo sentir vergüenza ajena




La otra noche fui a un espectáculo llamado “anti-karaoke”. Como casi todo lo que lleva “anti”, se parece mucho a lo que quiere negar. Era más bien un karaoke rock con presentadora guiri espídica. Mucho rock y bastante heavy. El heavy se distinguía porque cuando comenzaba el tema se veían muchos puños levantados poniendo cuernos. Incombustibles heavies.
Llegué al anti-karaoke dispuesto a sentir eso que tanto se puede sentir siempre en España cuando alguien agarra un micrófono: vergüenza ajena.

Pero no fue así. Pese a ver cantar a personajes con apodos como “el prepucio de Rembrandt” o “Ubejo Rock”, la gente lo hacía bastante bien. El que peor cantaba y por lo tanto el mejor en un anti-karaoke, Ubejo Rock, que en su turno fue capaz de mezclar la energía de Henry Rolling con los movimientos de Chiquito, a la vez que condensaba toda la letra, y cuando digo toda es toda, del Satisfaction de los Rolling en una palabra: “Satisfasion”.

Entre canción y canción salía la organizadora- animadora, un claro ejemplo de que lo primero que aprenden algunos guiris al llegar a España son los tacos pero no la forma de dosificarlos y colocarlos en una frase con un mínimo sentido.

Cuando salí del anti-karaoke bajé hacia mi piso por la calle Montera. Una prostituta rumana oía música en su móvil. Dos prostitutas africanas discutían. Unos tipos hablaban de cine. Uno le reconocía al otro que sí, que Bergman da que hablar, puedes hablar cuatro horas de una peli de Bergman pero no da que disfrutar. Y le pedía al otro que recordara la primera vez que vio Indiana Jones. Me dieron ganas de seguirlos para ver cómo terminaba aquello.

Ese día me quedé sin sentir vergüenza ajena. Días después vi en un bar como un tipo se encasquetaba un preservativo en la cabeza, el preservativo se iba inflando con su respiración y le explotaba en la cara. Sentí estupor, pero no vergüenza ajena.

Ayer lunes, en la plaza de Sol, vi a un chavalillo de las nuevas generaciones del PP en un pequeño estrado preparado para dar mini-mítines. Leía su discurso para un público de unas veinte personas. El chaval decía lo típico, los otros son muy malos y nosotros muy buenos con esas frases tan gastadas que cuando oyes el sustantivo ya sabes que adjetivo seguirá. Me quedé unos minutos y hasta le hice una foto. Pero tampoco sentí vergüenza ajena. Casi ternura cuando terminó y le aplaudieron y la que parecía su madre le dio dos besos y un señor se acercó y le dio un abrazo y le dijo “vamos a ganar” y el chico se ruborizó. Me recordó a una secuencia de “los peores años de nuestra vida”, cuando Gabino Diego se iba a tocar al metro y su madre y sus amigas se presentaban allí para aplaudirlo y echarle monedas.

Yo seguía queriendo sentir vergüenza ajena y recordé que unas amigas habían comentado que la habían sentido al ver una entrevista a una tal Hanna. Y busqué en youtube. Y sí, aquí está, vergüenza ajena de primera calidad. Esa sensación molesta pero adictiva, ese no querer mirar, estar a punto de cambiar pero seguir ahí, fascinado. La entrevista tiene un poco de todo. Primero un breve montaje con preguntas en off y respuestas de Hanna. Tiene un punto chanante.

-Defínete con una sola palabra.
-Pura Hanna.

Tiene también su punto surrealista. Hanna comienza a decir lo que le gusta: (minuto 2:20). “La bondad, el colegueo, el altruismo... No sé lo que es, es que me ha salido así”

Después tiene momento “experimento sociológico”. (minuto 6:40) La presentadora, que tiene un guionista que más bien parece un enemigo, le pide a Hanna que traduzca a su lenguaje de barrio una frase. El lenguaje de su barrio consiste en hablar macarra calzando alguna palabra en inglés.

Entonces llega el momento tenso en el que parece que Hanna pura se mosquea pero por desgracia la presentadora consigue salvar la situación y la cosa no va a más. Y continúan un poco hasta el momento final donde puedes sentir la vergüenza ajena en toda su esencia. Pura vergüenza ajena. Pura Hanna.

jueves, enero 31, 2008

Fin de un viaje. Algunos datos

Pintada en Montevideo

murga en Colonia, Uruguay
Aquí actúa en la Clamores pero en Buenos Aires ahí está, en plena calle Corrientes

Neruda tuvo que reflejare en este espejo de Valparaiso

Valparaiso

En Montevideo. Tenía un toque de peli de Batman

La Rambla, en Montevideo

Casa tienda en Cabo Polonio

Cabo Polonio


Seguí viajando pero no escribiendo. También seguí leyendo la prensa local. Por esa época existía un bloqueo de los argentinos a las carreteras que unen Argentina con Uruguay por una papelera que los uruguayos querían o quieren construir en el Río de la plata. Leí cosas como esta: “Antipiqueteros volvieron a la plaza, pero sólo eran ocho. Cuentan con que el sábado acuda más gente” . “Los ambientalistas (ecologistas) tal vez levanten el bloqueo para que la gente pueda ir a ver a Serrat”. Sobre un juicio en Argentina: “Uno de los puntos más discutidos no tuvo que ver con el crimen sino con la intensidad del aire acondicionado. El abogado de Carrascosa argumentó ser alérgico y pidió que lo bajaran. La jueza accedió pero aclaró que para ella estaba bien.”

Después fui a Chile. Pude leer necrológicas en el Mercurio de Valparaíso que decían cosas como: “Tenemos el sentimiento de comunicar el fallecimiento de nuestra querida hija, madre, abuelita, bisabuelita, suegra, hermana, tía y señora”. En otra necrológica sobre un doctor muerto leí algo que parecía humor negro: “tenía infinita paciencia con los enfermos terminales”.

Hoy hace un año de este viaje y he rescatado de la memoria y de una libretilla unos cuantos datos tal vez útiles para futuros viajeros a los que google traiga por aquí.

Del aeropuerto de Montevideo al centro habrá como 30 minutos de autobús. Esos autobuses pasan por la vía principal de Montevideo, que es paralela a la Avenida San José, donde hay bastantes hoteles. Me alojé en el Richmond, Calle San José 134, unos 16 dólares con desayuno en febrero del 2007. Sin aire acondicionado pero con unos grandes ventiladores en el techo. Las habitaciones de la parte de arriba mejor. El California, en la misma calle también estaba bien y tenía aire acondicionado.

Era la época del carnaval de Montevideo, uno de los más largos del mundo. Sorprende si no conoces la influencia de la cultura africana en Uruguay. Aparte del candombee tienen murgas, supongo que heredadas de las de Cádiz.

En Colonia hay mucha oferta de alojamiento. El Youth Hostal está bastante bien.

Para ir a Cabo Polonio hay varios autobuses al día. Eran como tres o cuatro horas de viaje. Te dejan en una parada donde hay que coger una camioneta todoterreno. En Cabo Polonio hay pequeños hostales. Yo estuve en el hostal de Jerry y su mujer. En realidad es su casa, y destinan dos habitaciones a hostal. Si se buscan grandes camas, duchas de agua abundante no es el lugar, pero no estaba mal, se veía el mar desde las ventanas, Jerry te podía invitar a fumar o contarte historias de cuando vivió en Lavapiés y ponía buena música. Todo esto por unos doce dólares más o menos con desayuno. Otra posibilidad es alquilar una casa. Creo que estaban a partir de los 35 dólares día así que para quien viaje en grupo es una buena opción.

Después fui a Florianópolis. La zona norte de la isla estaba llena de turistas, tal vez porque eran vísperas de carnaval. Estuve en Barra de Lagoa, repleto de jóvenes argentinos y chilenos. Algo decepcionante. El sur mejor, sobre todo Pantano do Sur, un pueblecito marinero donde la gente, cuando iba a la playa en coche, iba literalmente a la playa en coche. Eso sí, después algunos se veían mal para sacarlo de la arena. Y allí en la arena seguían las barcas de los pescadores y al lado una vieja nave que era su centro social.

Eso fue todo...

jueves, enero 24, 2008

Crónica de un viaje III. Colonia, Florianópolis





Las dos primeras fotos de Florianápolis capital,. Las otras, de Colonia, Uruguay. La plaza de toros, inaugurada en 1910 y cerrada en 1912 porque se prohibieron los toros.

Me dio tiempo a leer algo de la prensa uruguaya. El periódico más leído es El Pais. Se podían leer cosas como “panadería atacada por um solitario y violento rapiñero”. Se hablaba mucho de um diputado que se aprovechó de sus influencias para sacarse el “carnet de pobre” y no tener que pagar um tratamiento médico. Da gusto ver que hay gente que está em la política para hacerse pobre, no como algunos políticos patrios (recordemos a Zaplana). También hablan de un militar encarcelado por pertenecer a la triple A, o a la operación Cóndor que ya ha intentado fugarse dos veces. La primera consiguió salir de la cárcel. Cuando lo pillaron se había hecho extensiones. Y especifica el periódico que eran de color caoba. Ay, la decadencia de las dictaduras, qué mala es. Ahora estaba planeando fugarse, lo pillaron com uma sierra y dulce de membrillo. Según el País “el dulce de membrillo era para untar los barrotes y corroerlos, lo cual ayudaría a limarlos.” Hay que señalar que “el Pais” de Uruguay se parece más a nuestro “El Mundo”, com estas teorías membrilleras.


También estuve em Colonia de Sacramento. Muy bonito. Contaría más cosas pero me voy a cenar.

Ahora estoy em Brasil. Unos apuntes: el azúcar es más fino. El café más fuerte, las mujeres muestran mucho canalillo, que diría mi madre, me daría vergüenza bailar a su lado y aunque por escrito se les entiende por hablado cuesta bastante. El ordenador me escribe “emes” y otras cosas sin mi permiso. Me he apuntado a um curso de surf. Em tres días he aprendido el saludo surfero, (al principio pensaba que era el saludo de alguna banda). A veces me tengo em pie aunque no tiene mucho mérito porque me han dado uma tabla que tiene más metros cuadrados que algunos pisos que yo conozco.

Pronto me iré a Argentina y luego a Chile. Llevo medio viaje y a veces tenga ganas de sentarme em mi sillón de casa y tomarme um té. Lo que pasa es que no tengo eso llamado “mi sillón de casa”. Otras veces querría tener más tiempo para viajar. Un dia, um niño em triciclo que regresaba del paseo de Montevideo (la Rambla) con su padre se quejaba porque ahora la pendiente era cuesta arriba. El padre le dijo que eso le iba a pasar siempre em la vida, después de uma cuesta abajo siempre vendría una cuesta arriba. El problema es cuando no sabes si estás subiendo o bajando.

viernes, enero 18, 2008

Crónica de un viaje II. Cabo Polonio





De Montevideo me fui a Cabo Polonio, el lugar más hippie de los últimos tiempos. Todos sus habitantes son en realidad ocupas, pues el propietario del terreno es el estado. Y el estado no ha llevado la luz eléctrica, ni el alcantarillado, ni el agua corriente. Cada casa tiene su pozo, su generador o placa solar, duchas com hilos de agua. Tiene el cabo Polonio una canción escrita por Drexler y dos playas, la sur y la norte. Según sople el viento se está mejor en una u otra. Así que siempre sabes dónde estará la gente. Y por qué. Esto último, por ejemplo, nunca llega a saberse al entrar en algunos bares de Madrid.


En Cabo Polonio no falta el típico bar com buena terraza y musica chillout o como se escriba. Pusieron a Chambao uma tarde. Em Uruguay también oyen a Sabina y a Eskape. Tengo que alegar que esas músicas ya estaban allí cuando llegué y el dinosaurio despertó.

En Cabo Polonio también hay una lobería, colonia de lobos de mar, que se explotó (los mataban um poco) hasta 1975. Antes intentaron que no se redujera tanto la población matando sólo a los machos y para que los cazadores demostraran que eran de machos las pieles tenían que guardar los penes. Los guardaban em uma especie de gorra que llevaban sobre la cabeza. Esto da para muchos chistes pero no sé si alguno bueno.

Em Uruguay todo es pequeño. En mi guía sus autores lo llaman “el paisito”. Al aperitivo que te dan en los autobuses de larga distancia lo llaman “el copetín” y a veces te llaman “caballero”. No termino de acostumbrarme. Lo que más me gustó de Montevideo fue el largo paseo que tienen junto al Río de la Plata. (el agua del río es marrón, sus razones históricas creo que tienen).

miércoles, enero 16, 2008

Crónica de un viaje I

esto te ponían en algunos bares de Montevideo al pedir un café

Estoy vago y voy a tirar de archivos. Hace como un año me fui de viaje por Sudamérica y tomé algunas notas. Ya en Brasil me metí en un cibercafé que no me dejaba escribir todas las "enes" que quería y escribí una especie de crónica. Me hubiera gustado escribir una crónica de viajes como las de Julio Camba pero salió esto:


A veces, algunos jubilados de mi pueblo, cuando regresaban de excursiones en las que podían haber visitado París, Venecia, Florencia y Roma, a la pregunta de “y qué tal el viaje?'' podían responder: "hemos comido muy bien". Y yo también puedo decir que he comido muy bien. Pedazos de vaca que no sé cómo se llamaban, buen pescado, zumos de frutas que solo conoceré en versión líquida... He comido bien y barato, porque es difícil resistirse al ejercicio de pensar cuánto costaría lo mismo en Espana.Yo, por ejemplo, ya sé cuánto cuesta una taladradora en Montevideo. Ahora me queda saber cuánto cuesta en nuestro país. Son cosas de extranjeros o de jubilados patrios a los que el euro hizo um poco forasteros em su tierra y los pegó a uma calculadora de por vida. Aparte del precio de las taladradoras de Montevideo también sé que en algunos sitios, al ponerte el café, te lo sirven em una bandejita com un chupito de zumo de naranja, agua com gas y algún dulce. Que muchos hombres van descamisados por calles que vendrían a ser el equivalente a la Gran Vía. También sé que un porcentaje de gente nada desdeñable (cuantifica tú “desdeñable”) anda por la calle con su termo y su pipa de mate o como se llame. He llegado a ver gente com el termo em la mano conduciendo y un conocido dijo que vio a uno en bici. Me lo creo. Así que bastante gente se pasa la vida cebando el mate, que es lo que hacían en "Rayuela" cuando no buscaban a la Maga.

Simplificando como turista que soy y por lo tanto con derecho a las simplificaciones podría decir que Montevideo es como Buenos Aires en modesto y con gente más tranquila. Supongo que cualquier uruguayo estará en desacuerdo pero yo soy turista.

Luego sigue

Encuentros con un notario III

La verdad es que no le di propina al notario, aunque me hubiera gustado. Tras despedirnos me fui a “secretaría” y pregunté lo de cuánto se debe. Fue algo así como “234,32 €”. ¿Por qué esa cifra y no otra? No lo sé. Quiero creer que al fondo del pasillo el notario tiene contratado un poeta surrealista, si un poeta así es contratable, y el poeta le va escribiendo facturas como le podría escribir endecasílabos.

Y desde ese día pasé a formar parte de una modesta productora, Ronroneo Films, que ya ha perpetrado algún que otro corto y esperemos perpetre alguno más.

martes, enero 08, 2008

Encuentros con un notario II

un notario contándole un chiste sobre solares a su señora

Uno de los principales funciones de un notario es dar fe de que la realidad es la realidad y de que uno es uno. Yo creo que eso lo haría mejor mi madre que un señor con barba, traje de marca y dientes torcidos que no me ha visto en la vida, pero la ley es la ley. Pese a ello creo que la figura del notario es necesaria en este mundo de soñadores. Lo malo es que la figura del notario es la que es y no la de una morenaza curvilínea, pero la ley es la ley, dicen. El notario cimienta el mundo y nos constata que lo evidente es evidente y que tú eres tú, y a mí, que no sé quién soy muchos días, me viene bien tener a un notario cerca para decirme que sí, que eres tú, pese a todo, no te preocupes. Es agradable pero un poco caro. Si no tendría mi propio notario.


Porque al conocer a mi primer notario he descubierto que lo yo quería de niño no era el barco pirata de los clips. Yo quería un notario para luchar contra todos esos que negaban la evidencia. Para defenderme de los tramposos que decían que me habían visto cuando jugábamos al escondite y no era cierto. Con un notario podría rebatir a mi anciano vecino Bartolomé, que en el corrillo de ancianos que se formaba cerca de mi casa, negaba el movimiento de la Tierra. Este era el argumento de Bartolomé: él tenía una viña en la finca de las Pedreras y su viña, desde que el tenía uso de razón, había estado en el mismo sitio, vamos, en las Pedreras. Ergo, la Tierra no se movía. O Bartolomé no tenía uso de razón. Ah, si yo hubiera tenido mi notario. (el “ah” es nostálgico”). Se lo hubiera soltado a Bartolomé para que no siguiera diciendo todas esas chorradas. pero no lo tenía así que me conformaba con molestarlo tocándole el timbre de su casa. Lo malo es que aparte de formación científica Bartolomé carecía de timbre y yo a la aldaba no llegaba.

Pero ahora sí, ahora estaba con un notario para mí solo. Y el Notario me explicó de nuevo algunas cosas que seguí sin entender. Me enternecía ese señor, tan interesado en que yo comprendiera los vericuetos de aquellos papeles. Para compensarle por el esfuerzo me dieron ganas de explicarle las funciones del runing gag o la innovación que había supuesto Seinfield en el mundo del guión. Pero no lo hice y eché tres firmas y el Notario volvió a decepcionarme. Yo esperaba que sacara una lupa y las escrutara para asegurarse que yo no era un impostor que decía llamarse Félix y firmaba como tal. Pero ni siquiera las miró.

Después cometí un primer error. Le dije eso tan de mi tierra de “qué se debe”. Me miró como herido, como si hablar de dinero en una notaria estuviera mal. Les suele pasar a la gente que tiene mucho dinero, les parece de mal gusto hablar de él. Aunque hay otros que tienen mucho dinero y no hablan de otra cosa. Prefiero a los primeros, la verdad. El Notario me dijo que “eso” fuera, en secretaría. Y me extendió su mano y hasta sonrió con esa sonrisa tan poco notarial.

Entonces, lanzado en un mundo de desaciertos, cometí mi segundo error. Saqué una moneda de dos euros y se la di, diciéndole.
-Tome, esto para usted.
¿Por qué lo hice? No lo sé. El Notario tampoco, pero me miraba desconcertado. Creo que era la primera vez en su vida que intentaban darle propina.

continuará